Una historia de no redención

 Alma Ríos
“Parece un buen hombre, Dios lo ayude…”, dice una mujer en la calle a Pablo, protagonista de la novela Resaca (Random House, 2014), quien luego del encuentro “decide, ¡claro (…) me voy a salvar de este hoyo en que caí! y deja totalmente el alcohol y decide caminar a la casa de su madre”, pero el autor, L.M. Oliveira (México, D.F., 1976), quien se define como escéptico, así con toda la etiqueta a cuestas, tuvo otra decisión que expresó contundente: “yo creo que no hay redención posible, el infierno nos espera”.
Ayer en el Encuentro Internacional de Escritores y en charla literaria con el periodista Mauricio Flores, se hizo presentación dentro del Festival Cultural Zacatecas 2014, a Resaca, segunda de las novelas publicadas por Oliveira.
El autor que expuso, le gusta divertirse con sus personajes, hace que Pablo, un médico cuarentón, “que cree que tiene la vida resuelta” y de quien dijo Flores a modo de agradecimiento al escritor, afortunadamente no es ni periodista ni investigador y tiene como única preocupación llegar a tiempo a su consultorio, cayera en la desgracia, “a ver si se podía levantar”.
La desgracia de Pablo dijo, quería que fuera femenina, y lo fue: su hija de 18 años se va a estudiar a España, la mujer lo abandona y la gata Romina, que luego de la reiteración de duelos por las pérdidas se ha vuelto su única compañía, muere por su descuido.
Pero “la desgracia absoluta”, está representada con una mujer de 60 años exageradamente maquillada y con quien el médico correrá una juerga que incluye escenas de escándalo y borrachera en diferentes bares, y una catarsis nudista inscrita en una manifestación del movimiento de los 400 Pueblos, en pleno Paseo de la Reforma.
A Oliveira en su gana de divertirse escribiendo, comentó, también le gusta poner a sus personajes en situaciones de ridículo, pero creíbles.
Luego de tener sexo con la sexagenaria en un hotel de paso, el borracho Pablo padecerá la incertidumbre que se mantiene en la novela, de saber si estranguló o no a la mujer, como le refiere una imagen mental de ese encuentro.
El pecado de Pablo es creer en la salvación, misma que busca en la filosofía con la ayuda del autor, filósofo él mismo, pero otra vez, refiere el escéptico Oliveira, “y habría que pensar aquí qué diablos es la salvación”.
Pablo definido por su autor, es un tipo muy culpable, cobarde e incluso pusilánime que no es capaz de estar enojado con su vida, aunque lo esté, y que solo ebrio expresa toda su furia.
Su viaje de transformación no hacia su redención ya se dijo, tiene de marco los escenarios de la Roma-Condesa y otros sitios de la Ciudad de México, con una serie de escalas y encuentros que Mauricio Flores logró identificar casi en su totalidad, entre bares, expendios de ultramarinos y  librerías de nuevo y viejo.
Resaca, refleja solo tangencialmente la violencia que se vive en el país cuando el protagonista se asoma por momentos al periódico o la televisión, “hay breves: encuentran 12 cabezas más…” pero dijo L.M. Oliveira, “el entorno social en que estamos metidos no es una preocupación ni del personaje ni de la novela”.
Esta habla de los infiernos interiores que agregó, los hay hasta en Suiza, “obviamente cuando vivimos en sociedades más violentas se exaltan más, tenemos contacto con el mal más cotidianamente, pero ahí está el piloto que se suicidó y mató a 150…”.